junio 12, 2010

La Carrera


Era demasiado. Sentía como si llevara dos días corriendo, me dolían los pies y debajo de las costillas. Ahora estaba mejor, el autobús era cómodo, lo que no era placentero era el recuerdo constante de esa noche.

Si esa pareja no me hubiera ayudado, no sé qué hubiera hecho. Yo no quise verlos, yo sólo me había perdido. No entiendo por qué me siguieron, sólo recuerdo el cuerpo, sangrado... no vi cuando lo hicieron. No recuerdo los rostros de los hombres, menos después de empezar a correr, recuerdo las calles, solas, oscuras, inmensas. Recuerdo sus voces, pero no lo que me decían y no puedo olvidar el gruñir de los perros. Creo que se estaban divirtiendo conmigo, era la liebre de aquella cacería, no sé cómo es que los perros no me alcanzaron, tampoco entiendo por qué no me dispararon. Tal vez para no hacer más escándalo.

Si no hubiera encontrado a esa pareja tal vez sería el alimento de los perros. Tampoco los recuerdo a ellos, no sé cómo eran, sólo recuerdo que me empujaron dentro de la casa y cerraron la puerta. Tal vez también los conocían, tal vez sabían como se manejaba ese barrio. Recuerdo que ella me dió agua, y él me ayudo a subir al auto. No tengo registro de sus voces, ni sus palabras, sólo les dije "llévenme a la terminal por favor...¡Por favor!". No sé si les dije más, no lo recuerdo.

Cuando me subí al auto me taparon con una manta y me recosté en la parte trasera. Quería perderme debajo de esa manta, desaparecer para siempre y dejar de recordar el cuerpo... el gruñido de los perros, pero no podía, no puedo. Cuando salimos de la cochera tuve miedo. Miedo de mirar, no sabía si aquellos hombres me habían visto entrar en la casa o si los perros me habían olfateado hasta ahí. Finalmente no lo pude resistir, me levanté un poco, no pude ver con claridad, sólo me di cuenta que no había gente en la calle y que ahí, no estaban los perros.

Valeria ML

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