diciembre 13, 2012

La Jaula


Lo encontré cuando era pequeño, un pajarillo aún sin plumas, indefenso, hambriento, solitario. No lo pensé, sólo lo tomé entre mis manos y lo llevé conmigo; lo alimenté, le di abrigo y cariño, lo vi crecer y transformase en un ave de plumaje maravilloso.


Un día intentó volar y tuve miedo, no quería que se fuera, necesitaba su compañía y su canto; la única solución que encontré fue hacerle una jaula más grande, le di más espacio y se quedó. Creí que si realmente hubiera querido volar habría encontrado la manera de hacerlo -en realidad la jaula se podía abrir fácilmente-  pero no lo hizo y yo me sentí segura pensando que se quedaría. Decidí entrar en la jaula con él.

Hace poco intentó salir, no pude poner un candado, ni hacer una jaula más grande, así que decidí dejarlo ir -sé que hice mal al encerrarlo la primera vez- entonces se aseguró de hacerme daño: cantó lo más hermoso que podía cantar, batió sus alas con tal fuerza que su ventarrón me lastimó, dejándome herida. Abrí la puerta y lo dejé salir, pero no paso ni una hora afuera volvió a meterse a la jaula.

Ahora que es libre no quiere irse, intenta volar, canta, se queda y me lastima. No lo quiero conmigo –ya no-  y no puedo salir de aquí, ahora es él quien le ha puesto el candado a la jaula.

Valeria ML

No hay comentarios:

Publicar un comentario