julio 11, 2013

La Cita

Para Elo.

Lo miró pero ni siquiera se atrevió a hacerlo directamente a los ojos. Estaba nerviosa, se reía tontamente lo que la hacía sentir como una niña. Le gustaba como la veía y le decía que era linda, ella se sonrojaba y volvía el rostro hacia cualquier parte. No sabía cómo actuar ante él.

Tomó el café despacio, no quería irse; la charla era amena y él interesante, le hablaba de sus viajes, de los sitios donde había vivido; lugares que ella no conocía y en los que quería estar. De pronto él le pareció familiar, le recordaba a alguien y tuvo miedo, pensó “no quiero estar aquí”.

Dejó de pensar en irse cuando él mencionó lo mucho que le gustaba el lunar de su hombro, instintivamente lo cubrió, entonces, entre risas él le reclamó que no lo dejara verlo. Ella quiso que la tocara que lo descubriera de nuevo, pero eso no sucedió.

La tarde pasó rápidamente entre charla, lluvia y café. Él jugaba con el encendedor y aprovechaba para encenderle los cigarrillos o pasárselo y así rosar sus manos. Ella se retiraba por instinto, le sonreía, fumaba más.

Él pagó la cuenta y ella se sintió incómoda, no estaba acostumbrada, antes siempre había pagado su parte. Caminaron entre los charcos que quedaban, siguieron hablando de música hasta que llegaron al sitio de taxis. Él le prometió que la siguiente vez la llevaría a bailar, ella sonrió, -no había nada que deseara más-  pero no le dio una respuesta.

Él se despidió sin ganas de irse, ella deseó que la abrazara, que volviera a admirar su lunar, quería sentir su aroma a madera rodeándola, quería que se quedara con ella al menos esa noche, pero sólo pudo agradecer la compañía. Le estiró la mano y lo tocó por primera vez. Él se acercó, le dio un beso en la mejilla y dijo “te llamo luego”.


Ella entró en el taxi sintiéndose nerviosa, confundida, pero convencida de volverlo a ver.




Valeria ML

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