agosto 17, 2013

Luna

La luna gira redonda en mi mano, me hipnotiza con su movimiento. Al mirarla pareciera que el conejo corre y la hace ir cada vez más rápido. Es hermosa, pero no es mía “acércate –le digo- estoy enamorada de ti” pero ella no me contesta, sigue su movimiento y se sostiene en mi mano con más fuerza.
      
Pronto estoy mareada, pero no dejo de verla y así, como si nada, se transforma en un gran elefante blanco. Barrita, agita sus orejas, me mira con sus ojos redondos y me lo dice todo. No me resisto, soy suya.

Cierro los ojos por un segundo, al abrirlos el gran animal ya no está, ahora sólo hay nubes de tormenta. Se acerca la peor, pienso: “me destruirá si no me refugio”. Corro a ocultarme bajo un puente, pero desaparece cuando me acerco.

La lluvia no me deja ver nada y me cubre por completo, tengo miedo, pero al elevar la mirada, ahí está de nuevo la luna, girando en medio del cielo.


Esa luna no es la mía, ésta me mira benévola y dispersa la tormenta, me dice en secreto “te quiero”. Ella no gira, ni se sujeta a mi mano, sólo flota, seduciéndome, me descubro en su centro: soy un caracol brillante con su propio ritmo en su propio tiempo. Todo es silencio.


Valeria M.L.

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