Había pasado toda la tarde en la cocina preparando un
platillo tras otro, esmerándose en cada detalle.
Partió los vegetales con cuidado, no había una rebanada más
grande que otra, todo en perfecto orden. Terminó de condimentar, freír, hornear.
Limpió la cocina y puso la mesa, quedó hermosa con la vajilla fina y un ramo de
flores en el jarrón.
Cuando tuvo todo listo subió a la habitación, se puso el
vestido, se peinó y bajó de nuevo.
Sirvió los platillos sólo para ella, tomó el tenedor y comenzó: partió un pedazo, lo puso en su boca sintiendo cada uno de sus sabores, continuó masticando despacio y destapó una botella de vino, sintió el aroma dulce y se sirvió. Continuó así hasta saciarse, incluso después cuando ya no pudo más. Quedó ahí, sentada en la mesa para siempre.
Sirvió los platillos sólo para ella, tomó el tenedor y comenzó: partió un pedazo, lo puso en su boca sintiendo cada uno de sus sabores, continuó masticando despacio y destapó una botella de vino, sintió el aroma dulce y se sirvió. Continuó así hasta saciarse, incluso después cuando ya no pudo más. Quedó ahí, sentada en la mesa para siempre.
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