Le habían
contado que debía tener miedo de las brujas. De esas mujeres con narices
deformes, verrugas en la cara, que viven solas, alejadas de los otros y cuya
única compañía es un gato negro. Que son malvadas, que buscan hacer daño a
otros y siempre impedirán los amores verdaderos.
Alguien
le dijo que debía ser como las princesas de los cuentos: siempre gentil,
bondadosa, sencilla, obediente y que de esa manera, mágicamente descubriría al
valiente caballero con el que viviría feliz para siempre.
Ella les
creyó: tuvo miedo de las brujas y fue la princesa, hasta que un día el príncipe
se fue sin dar explicaciones, el hada mágica no apareció para ayudarla, y
no existió ningún final feliz.
Entonces,
volvió a ver a las brujas: no siempre son feas, tienen ese sexto sentido que
las mantiene alerta, son decididas, seguras, saben lo que quieren, lo buscan y
no dejan de intentar hasta el último momento; conquistan, son mujeres tan
libres que bailan desnudas a la luna. No se preocupan por la felicidad de otros,
sólo de la suya; así se dio cuenta de quién era, decidió reconocerse como
bruja.
Valeria ML
Tan fácil como eso amiga... seamos mas brujas que nadie y como nunca... te quiero
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